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Son pocos los aficionados a la gastronomía de la ciudad de Barcelona que no conocen todavía Espai Kru. La propuesta, nacida hace apenas dos años de las explosivas sinergias entre los hermanos Iglesias (propietarios, de entre otros locales, del Rías de Galicia, anexo a Espai Kru), el chef Ever Cubilla y los inestimables consejos de los hermanos Adrià, dio como resultado un restaurante elegante y sofisticado pero informal y contemporáneo, de cocina fusión con criterio y una materia prima de altísimo nivel.
Después de algunos cambios hacia la modernización y ajustes diversos en la que probablemente sea la mejor marisquería clásica de la ciudad, el Rías de Galicia, los Iglesias dieron en el clavo. En lugar de llevar al Rías a una transformación total que no merecía, le cedieron un espacio del local al nuevo Espai Kru, que situaron en el piso superior, ganando así dos restaurantes con ofertas claramente diferenciadas, aunque ambos con propuestas de alto nivel basadas en un producto fresquísimo, principalmente pescado y marisco.
Ever, al mando en los fogones, impone su precisión y buen hacer en una carta cuya premisa es el respeto por el producto. A partir de ahí, culto por la cocina fría. Elaboraciones sencillas, aunque probablemente mucho menos de lo que aparentan, mayoría de cocciones -y no cocciones- ligeras, aunque bien apoyadas en un amplio abanico de técnicas (marinados, aliños, salazones, ahumados...), buscando siempre -y encontrando en muchos casos- la excelencia de sabores y texturas.
Sashimis, carpaccios y tartares alcanzan en Espai Kru una dimensión de la que pocos pueden presumir en otros restaurantes de la ciudad. Los cambios en la configuración de la carta son realmente moderados, pero dudo que los asiduos se quejen de ello. De hecho, algunos de sus clásicos son, y deben ser, casi inamovibles. La navaja de las Cíes con vinagreta de mostaza y jengibre, las peculiares gambas al ajillo al calor de sus jugos, el tartar de toro con salsa de miso blanco, las perfumadísimas anchoas con pimiento asado y queso manchego, o un steak-tartar celestialmente condimentado deben ser protegidos cual reserva natural.
En las copas, además de los vinos de rigor, un servicio de coctelería ya habitual en los proyectos Iglesias-Adrià que, sin llegar al nivel de locales como 41º o Pakta, puede defender un aperitivo o el maridaje de la cena. Además, los enófilos de bolsillo despreocupado siempre podrá hacer uso de la descomunal bodega del Rías con, entre otras piezas, una fantástica colección de referencias clásicas españolas y francesas.
A pesar de todo, la relación calidad-precio de Espai Kru es adecuada, con precios más populares que su vecino de local. Es cierto que se puede configurar un menú más caro incluyendo productos de mayor cotización como el bogavante o el rodaballo, o bebiendo uno de los numerosos espumosos de una tan atractiva como poco frecuente carta de champagnes, pero no es difícil disfrutar de Espai Kru por un precio realmente razonable.