El próximo 30 de septiembre será el último día de servicio del emblemático restaurante Drolma (1 estrella Michelin, 3 soles Repsol), probablemente el más lujoso de la ciudad de Barcelona. La vajilla de porcelana de Bvlgari y Versace, la cristalería de Baccarat y, por supuesto, la elegante cocina de sabores puros de Fermí Puig, dejarán de ofrecer noches de lujo y alta gastronomía en el conocido hotel del Passeig de Gràcia barcelonés.
La decisión, tomada de mutuo acuerdo, ha sido adelantada un trimestre debido a las reformas en las que está inmerso el Majestic. Precisamente, la zona en la que ahora se ubica la sala del restaurante, será destinada a nuevas suites, que heredarán las privilegiadas vistas del Drolma.
En cuanto a la oferta gastronómica, la dirección del hotel ha decidido abandonar la alta gastronomía y apostar por una cocina más fresca y actual en un nuevo restaurante, del que aún no ha trascendido el nombre, con un estilo más próximo a los otros locales del grupo, Murmuri o Petit Comité -en el que Puig continuará su asesoría hasta final de año-.
El nuevo proyecto de Fermí Puig, en principio pensado para finales de 2012, podría estar vinculado a un pequeño local de no más de 25 comensales, en un formato más cercano de cocina y sala, con barra y mesas altas, y que probablemente se ubicaría en un hotel-boutique de la ciudad.
Para la memoria de Drolma, su sensacional cabrito embarrado, un antológico bacalao con tripita de cerdo ibérico, la difícil de ver hoy en día sopa de pularda con trufa negra, o los espectaculares canelones de faisana, también trufados, que durante tantos años han competido con los de Carles Gaig por el reinado del canelón en la ciudad condal.
Con el anuncio de Drolma, son 2 ya las estrellas que pierde la ciudad en cuestión de días tras el cierre del
Lluçanès de Àngel Pasqual. ¿Abrirá al menos las puertas a otros candidatos? Me atrevo a apostar por el sí.